martes, 3 de diciembre de 2013

¿Resignación o resistencia?

Me doy por vencida, me doy. Porque las veces que he huido de tu fantasma son las mismas veces que he corrido tras él. Mientras te persigo, tú me sigues persiguiendo, y así nunca vamos a pasar a otra cosa. Me explota la cabeza de tanto amor y tantos celos, y tanta falta de correspondencia. ¿Es que solo puedo tener fragmentos pero no la totalidad? El resto de mis días se ve amenazado por tu existencia. ¿Resignación o resistencia? Pero aquí sigo, atada de pies y manos mientras vienes y haces lo que quieres conmigo. Ya no puedo, de veras que no puedo. Y lo sabes y  te vale y me haces trizas y luego besas mis heridas. Eres como uno de esos dioses de mis libros, que someten a quienes los adoran y hacen de ellos lo que quieren y que tanto asco me dan. Pero ya me vi atrapada en esos personajes. ¿Resignación o resistencia?

miércoles, 23 de octubre de 2013

Tratado número... perdí la cuenta.

Si tengo tantas virtudes como todos dicen, me pregunto qué tan graves serán mis pequeños defectitos. Me gusta correr en círculos, huyendo de los principios y persiguiendo los finales, en sentido contrario a las manecillas del reloj. He aprendido a arrancar de tajo ciertas cosas de mí que tal vez no estaban tan mal, pero por si las dudas, no las quiero conmigo. Creo que quedan rastros,  pero como todo lo que deja huellas en la vida, es imposible desaparecerlos por completo; aun así, estoy aprendiendo a ignorarlos.
Aun no aparecen recaídas; esperemos que este nuevo modus vivendi haya llegado para quedarse... (aunque en el fondo sí quisiera un restablecimiento general. Modificado y mejorado, pero con la misma esencia).

Mi "yo" del pasado pide una disculpa al "yo" del futuro por las molestias que mi "yo" del presente pueda ocasionar.

Seguiremos informando.

lunes, 7 de octubre de 2013

Eleonora

Eleonora. [Cuento. Texto completo.] Edgar Allan Poe.
Sub conservatione formæ specifícæ salva anima. (Raimundo Lulio)

V
engo de una raza notable por la fuerza de la imaginación y el ardor de las pasiones. Loshombres me han llamado loco; pero todavía no se ha resuelto la cuestión de si la locura es o no la forma más elevada de la inteligencia, si mucho de lo glorioso, si todo lo profundo, no surgen de una enfermedad del pensamiento, de estados de ánimo exaltados a expensas del intelecto general. Aquellos que sueñan de día conocen muchas cosas que escapan a los que sueñan sólo de noche. En sus grises visiones obtienen atisbos de eternidad y se estremecen, al despertar, descubriendo que han estado al borde del gran secreto. De un modo fragmentario aprenden algo de la sabiduría propia y mucho más del mero conocimiento propio del mal. Penetran, aunque sin timón ni brújula, en el vasto océano de la «luz inefable», y otra vez, como los aventureros del geógrafo nubio, «agressi sunt mare tenebrarum quid in eo esset exploraturi».
Diremos, pues, que estoy loco. Concedo, por lo menos, que hay dos estados distintos en mi existencia mental: el estado de razón lúcida, que no puede discutirse y pertenece a la memoria de los sucesos de la primera época de mi vida, y un estado de sombra y duda, que pertenece al presente y a los recuerdos que constituyen la segunda era de mi existencia. Por eso, creed lo que contaré del primer período, y, a lo que pueda relatar del último, conceded tan sólo el crédito que merezca; o dudad resueltamente, y, si no podéis dudar, haced lo que Edipo ante el enigma.
La amada de mi juventud, de quien recibo ahora, con calma, claramente, estos recuerdos, era la única hija de la hermana de mi madre, que había muerto hacía largo tiempo. Mi prima se llamaba Eleonora. Siempre habíamos vivido juntos, bajo un sol tropical, en el Valle de la Hierba Irisada. Nadie llegó jamás sin guía a aquel valle, pues quedaba muy apartado entre una cadena de gigantescas colinas que lo rodeaban con sus promontorios, impidiendo que entrara la luz en sus más bellos escondrijos. No había sendero hollado en su vecindad, y para llegar a nuestra feliz morada era preciso apartar con fuerza el follaje de miles de árboles forestales y pisotear el esplendor de millones de flores fragantes. Así era como vivíamos solos, sin saber nada del mundo fuera del valle, yo, mi prima y su madre.
Desde las confusas regiones más allá de las montañas, en el extremo más alto de nuestro circundado dominio, se deslizaba un estrecho y profundo río, y no había nada más brillante, salvo los ojos de Eleonora; y serpeando furtivo en su sinuosa carrera, pasaba, al fin, a través de una sombría garganta, entre colinas aún más oscuras que aquellas de donde saliera. Lo llamábamos el «Río de Silencio», porque parecía haber una influencia enmudecedora en su corriente. No brotaba ningún murmullo de su lecho y se deslizaba tan suavemente que los aljofarados guijarros que nos encantaba contemplar en lo hondo de su seno no se movían, en quieto contentamiento, cada uno en su antigua posición, brillando gloriosamente para siempre.
Las márgenes del río y de los numerosos arroyos deslumbrantes que se deslizaban por caminos sinuosos hasta su cauce, así como los espacios que se extendían desde las márgenes descendiendo a las profundidades de las corrientes hasta tocar el lecho de guijarros en el fondo, esos lugares, no menos que la superficie entera del valle, desde el río hasta las montañas que lo circundaban, estaban todos alfombrados por una hierba suave y verde, espesa, corta, perfectamente uniforme y perfumada de vainilla, pero tan salpicada de amarillos ranúnculos, margaritas blancas, purpúreas violetas y asfódelos rojo rubí, que su excesiva belleza hablaba a nuestros corazones, con altas voces, del amor y la gloria de Dios.
Y aquí y allá, en bosquecillos entre la hierba, como selvas de sueño, brotaban fantásticos árboles cuyos altos y esbeltos troncos no eran rectos, mas se inclinaban graciosamente hacia la luz que asomaba a mediodía en el centro del valle. Las manchas de sus cortezas alternaban el vívido esplendor del ébano y la plata, y no había nada más suave, salvo las mejillas de Eleonora; de modo que, de no ser por el verde vivo de las enormes hojas que se derramaban desde sus cimas en largas líneas trémulas, retozando con los céfiros, podría habérselos creído gigantescas serpientes de Siria rindiendo homenaje a su soberano, el Sol.
Tomados de la mano, durante quince años, erramos Eleonora y yo por ese valle antes de que el amor entrara en nuestros corazones. Ocurrió una tarde, al terminar el tercer lustro de su vida y el cuarto de la mía, abrazados junto a los árboles serpentinos, mirando nuestras imágenes en las aguas del Río de Silencio. No dijimos una palabra durante el resto de aquel dulce día, y aun al siguiente nuestras palabras fueron temblorosas, escasas. Habíamos arrancado al dios Eros de aquellas ondas y ahora sentíamos que había encendido dentro de nosotros las ígneas almas de nuestros antepasados. Las pasiones que durante siglos habían distinguido a nuestra raza llegaron en tropel con las fantasías por las cuales también era famosa, y juntos respiramos una dicha delirante en el Valle de la Hierba Irisada. Un cambio sobrevino en todas las cosas. Extrañas, brillantes flores estrelladas brotaron en los árboles donde nunca se vieran flores. Los matices de la alfombra verde se ahondaron, y mientras una por una desaparecían las blancas margaritas, brotaban, en su lugar, de a diez, los asfódelos rojo rubí. Y la vida surgía en nuestros senderos, pues altos flamencos hasta entonces nunca vistos, y todos los pájaros gayos, resplandecientes, desplegaron su plumaje escarlata ante nosotros. Peces de oro y plata frecuentaron el río, de cuyo seno brotaba, poco a poco, un murmullo que culminó al fin en una arrulladora melodía más divina que la del arpa eólica, y no había nada más dulce, salvo la voz de Eleonora. Y una nube voluminosa que habíamos observado largo tiempo en las regiones del Héspero flotaba en su magnificencia de oro y carmesí y, difundiendo paz sobre nosotros, descendía cada vez más, día a día, hasta que sus bordes descansaron en las cimas de las montañas, convirtiendo toda su oscuridad en esplendor y encerrándonos como para siempre en una mágica casa-prisión de grandeza y de gloria.
La belleza de Eleonora era la de los serafines, pero era una doncella natural e inocente, como la breve vida que había llevado entre las flores. Ningún artificio disimulaba el fervoroso amor que animaba su corazón, y examinaba conmigo los escondrijos más recónditos mientras caminábamos juntos por el Valle de la Hierba Irisada y discurríamos sobre los grandes cambios que se habían producido en los últimos tiempos.
Por fin, habiendo hablado un día, entre lágrimas, del último y triste camino que debe sufrir el hombre, en adelante se demoró Eleonora en este único tema doloroso, vinculándolo con todas nuestras conversaciones, así como en los cantos del bardo de Schiraz las mismas imágenes se encuentran una y otra vez en cada grandiosa variación de la frase.
Vio el dedo de la muerte posado en su pecho, y supo que, como la efímera, había sido creada perfecta en su hermosura sólo para morir; pero, para ella, los terrenos de tumba se reducían a una consideración que me reveló una tarde, a la hora del crepúsculo, a orillas del Río de Silencio. Le dolía pensar que, una vez sepulta en el Valle de la Hierba Irisada, yo abandonaría para siempre aquellos felices lugares, transfiriendo el amor entonces tan apasionadamente suyo a otra doncella del mundo exterior y cotidiano. Y entonces, allí, me arrojé precipitadamente a los pies de Eleonora y juré, ante ella y ante el cielo, que nunca me uniría en matrimonio con ninguna hija de la Tierra, que en modo alguno me mostraría desleal a su querida memoria, o a la memoria del abnegado cariño cuya bendición había yo recibido. Y apelé al poderoso amo del Universo como testigo de la piadosa solemnidad de mi juramento. Y la maldición de Él o de ella, santa en el Elíseo, que invoqué si traicionaba aquella promesa, implicaba un castigo tan horrendo que no puedo mentarlo. Y los brillantes ojos de Eleonora brillaron aún más al oír mis palabras, y suspiró como si le hubieran quitado del pecho una carga mortal, y tembló y lloró amargamente, pero aceptó el juramento (pues, ¿qué era sino una niña?) y el juramento la alivió en su lecho de muerte. Y me dijo, pocos días después, en tranquila agonía, que, en pago de lo que yo había hecho para confortación de su alma, velaría por mí en espíritu después de su partida y, si le era permitido, volvería en forma visible durante la vigilia nocturna; pero, si ello estaba fuera del poder de las almas en el Paraíso, por lo menos me daría frecuentes indicios de su presencia, suspirando sobre mí en los vientos vesperales, o colmando el aire que yo respirara con el perfume de los incensarios angélicos. Y con estas palabras en sus labios sucumbió su inocente vida, poniendo fin a la primera época de la mía.
Hasta aquí he hablado con exactitud. Pero cuando cruzo la barrera que en la senda del Tiempo formó la muerte de mi amada y comienzo con la segunda era de mi existencia, siento que una sombra se espesa en mi cerebro y duda de la perfecta cordura de mi relato. Mas dejadme seguir. Los años se arrastraban lentos y yo continuaba viviendo en el Valle de la Hierba Irisada; pero un segundo cambio había sobrevenido en todas las cosas. Las flores estrelladas desaparecieron de los troncos de los árboles y no brotaron más. Los matices de la alfombra verde se desvanecieron, y uno por uno fueron marchitándose los asfódelos rojo rubí, y en lugar de ellos brotaron de a diez oscuras violetas como ojos, que se retorcían desasosegadas y estaban siempre llenas de rocío. Y la Vida se retiraba de nuestros senderos, pues el alto flamenco ya no desplegaba su plumaje escarlata ante nosotros, mas voló tristemente del valle a las colinas, con todos los gayos pájaros brillantes que habían llegado en su compañía. Y los peces de oro y plata nadaron a través de la garganta hasta el confín más hondo de su dominio y nunca más adornaron el dulce río. Y la arrulladora melodía, más suave que el arpa eólica y más divina que todo, salvo la voz de Eleonora, fue muriendo poco a poco, en murmullos cada vez más sordos, hasta que la corriente tornó, al fin, a toda la solemnidad de su silencio originario. Y por último, la voluminosa nube se levantó y, abandonando los picos de las montañas a la antigua oscuridad, retornó a las regiones del Héspero y se llevó sus múltiples resplandores dorados y magníficos del Valle de la Hierba Irisada.
Pero las promesas de Eleonora no cayeron en el olvido, pues escuché el balanceo de los incensarios angélicos, y las olas de un perfume sagrado flotaban siempre en el valle, y en las horas solitarias, cuando mi corazón latía pesadamente, los vientos que bañaban mi frente me llegaban cargados de suaves suspiros, y murmullos confusos llenaban a menudo el aire nocturno, y una vez -¡ah, pero sólo una vez!- me despertó de un sueño, como el sueño de la muerte, la presión de unos labios espirituales sobre los míos.
Pero, aun así, rehusaba llenarse el vacío de mi corazón. Ansiaba el amor que antes lo colmara hasta derramarse. Al fin el valle me dolía por los recuerdos de Eleonora, y lo abandoné para siempre en busca de las vanidades y los turbulentos triunfos del mundo.
Me encontré en una extraña ciudad, donde todas las cosas podían haber servido para borrar del recuerdo los dulces sueños que tanto duraran en el Valle de la Hierba Irisada. El fasto y la pompa de una corte soberbia y el loco estrépito de las armas y la radiante belleza de la mujer extraviaron e intoxicaron mi mente. Pero, aun entonces, mi alma fue fiel a su juramento, y las indicaciones de la presencia de Eleonora todavía me llegaban en las silenciosas horas de la noche. De pronto, cesaron estas manifestaciones y el mundo se oscureció ante mis ojos y quedé aterrado ante los abrasadores pensamientos que me poseyeron, ante las terribles tentaciones que me acosaron, pues llegó de alguna lejana, lejanísima tierra desconocida, a la alegre corte del rey a quien yo servía, una doncella ante cuya belleza mi corazón desleal se doblegó en seguida, a cuyos pies me incliné sin una lucha, con la más ardiente, con la más abyecta adoración amorosa. ¿Qué era, en verdad, mi pasión por la jovencita del valle, en comparación con el ardor y el delirio y el arrebatado éxtasis de adoración con que vertía toda mi alma en lágrimas a los pies de la etérea Ermengarda? ¡Ah, brillante serafín, Ermengarda! Y sabiéndolo, no me quedaba lugar para ninguna otra. ¡Ah, divino ángel, Ermengarda! Y al mirar en las profundidades de sus ojos, donde moraba el recuerdo, sólo pensé en ellos, y en ella.
Me casé; no temí la maldición que había invocado, y su amargura no me visitó. Y una vez, pero sólo una vez en el silencio de la noche, llegaron a través de la celosía los suaves suspiros que me habían abandonado, y adoptaron la voz dulce, familiar, para decir:
«¡Duerme en paz! Pues el espíritu del Amor reina y gobierna y, abriendo tu apasionado corazón a Ermengarda, estás libre, por razones que conocerás en el Cielo, de tus juramentos a Eleonora.»
FIN
Traducción de Julio Cortázar

Carta abierta.

Es raro que estés, pero que solo sea por intervalos. Es raro que te marches en la noche dejándonos un "hasta mañana" en el aire.
Toda la vida has sido uno de mis cuatro pilares, y ahora mis paredes se están desmoronando. Quiero verlo más como una remodelación que como una demolición... ¿pero el cemento seguirá firme?
La vida está llena de errores, pruebas y caminos bifurcados. No sé en qué momento se presenta todo a la vez y me cuesta distinguir entre lo real y lo ficticio.
Al orden le faltaba un poco de caos, sí, pero ahora que no veo por dónde reconstruir el orden, creo que había subestimado al caos. Ya no me queda ni pizca de estabilidad.
No tengo idea de lo  que va a pasar, ni de lo que quiero que pase. Solo quiero que estés.
No voy a preguntar por qué, solo quiero ver cómo se arreglará.

¿Estás?
¿Estarás?

sábado, 7 de septiembre de 2013

A las doce de la noche

Llevo ya varias tazas de café. ¿Cuántas vece me he dicho que no debo tomar más tazas de las que puedo soportar? Y lo peor, es que combino la cafeína con esa asquerosamente bella canción que me taladra el cerebro. Soy una aferrada, lo admito. Dicen que es mejor quedarse con los recuerdos bonitos, pero créanme: ¿no sería preferible no tener ningún recuerdo, en vez de la angustia que provoca evocar cosas que no volverán a suceder? Eso me hace sentir miserable.
¿Qué capacidad de almacenamiento tendrá mi cabeza? Y créanme, que le he metido muchas... cosas, que podrían alterarla demasiado. Es solo que no sé qué tanto aguante, o si el área de las emociones y la melancolía es tan resistente como todo lo demás. Ojalá no.
Haré un té con mis recuerdos. Creo que puedo extraerlos de mi memoria, envolverlos en un pedazo de papel de fantasías y echarlos en agua hirviendo. Y lo gracioso, es que me bebería esa infusión.

viernes, 26 de julio de 2013

Miniensayo.

A veces no entiendo... ni a la vida ni al amor. ¿En qué consiste la primera? ¿Qué lugar ocupa en ella el segundo? ¿Cuál no existe sin el otro? ¿Qué grado de co-dependencia guardan? La vida... se trata de disfrutarla sin medida porque no sabemos cuánto va a durar. También es un eterno no saber, equivocarse y aprender de los errores. Es una oportunidad para ser y hacer. Es tan maravillosa que no debemos entenderla... sólo vivirla.
Pero, ¿y el amor? Ah... el amor es un asco. El amor sólo es alegría cuando, por casualidad, tú y alguien más hacen una buena combinación, durante un instante que bien puede durar mucho o poco.
De ahí, toda la vida se sufre por él, o uno vive buscándolo; son pocos los momentos en que te da felicidad. ¿Cuál es el chiste? ¿Buscar y buscar entre una millonada de personas hasta encontrar a uno solo? ¿Cada uno de nosotros está destinado únicamente a un amor? Como seres humanos tenemos necesidades, experimentamos deseos. ¿Acaso debemos simplemente satisfacerlas como comer o dormir? Comienzo a pensar que simplemente son eso, necesidades, y toda la fanfarria del amor es solo eso... pura fanfarria. La verdad es que a la vida y al amor no los entiendo solo a veces... es que no lo he hecho, ni lo haré nunca.

miércoles, 26 de junio de 2013

Querida Caro (dos puntos)

Querida Caro:

Desde que regresé, todo es muy raro, como que el mundo se hubiera invertido... extraño más a la gente que se quedó allá, que a los que extrañaba cuando no estaba acá. Los que me extrañaban ya no me quieren, y es como llegar a una casa vacía, donde todo está empacado para mudanza y todo se cubre de plástico y sábanas blancas. Es bueno estar en familia, a pesar de los tropezones nos hacemos compañía y luchamos por sacarnos adelante unos a otros. Mi concepción de los amigos y del "para siempre" ha cambiado... estoy muy confundida entre lo que quiero y lo que debo hacer. Extraño lo bonito que tenía antes y lamento que ya no sea así, aunque me cuesta distinguir entre lo que es mi culpa y lo que ya no lo es, y no sé qué hacer al respecto. Estoy entre el "déjalo ir" y el "¿estaré haciendo lo correcto?" pero creo que nadie viene a la vida con un manual incluido de relaciones interpersonales.
Del amor ni se diga, eso me tiene más confundida aún... claro que las cosas son muy evidentes, es sólo que no las quiero ver y vivo imaginando cosas que nunca pasarán... al menos no en esta vida. Creo que en ese aspecto me entiendes y te entiendo... sólo nos falta entendernos a nosotras mismas.
Todo es relativo, mis emociones son como una mezcla de agua y aceite que sólo terminarán por hacerme vomitar, espero tener una bolsa a la mano cuando eso pase.
Te extraño, y me extraño a mí misma, a la Alee de antes...
Te escribo cuando pase a la siguiente etapa (:

viernes, 7 de junio de 2013

Aprendí.

He aprendido a acompañar mi café con un cigarro. A caminar sobre el lado derecho de la banqueta, y no debajo de ella. He aprendido a andar en motocicleta, a dormir acurrucada, pero no incómoda, a usar frases y dibujitos que ni sabía que existían.
Aprendí a amar canciones de géneros que antes no escuchaba, a compartir mi música y mis gustos, y a comer las palomitas sin catsup. A tomar más Coca que agua, a cruzar la calle a brincos y a dejarme el cabello suelto, hacia un lado.
Puedo aprender más cosas, así como aprendí el dolor de una canción, a no dedicar ninguna de Ornelas, a que me hicieran mole de desayuno, a guardar recuerdos de viajes, a encajar (o no encajar) con cuñadas y suegros.

Lo que aún no he aprendido, es a ser prudente, a amar con medida y a pensar en mí antes que en otra persona. Ni creo aprenderlo nunca…

martes, 4 de junio de 2013

No vale la pena

Podría decir que lo peor es despertar pensando en ti. Que dormir con tu recuerdo ya se me hizo costumbre, pero que aparezcas durante y al final de mis sueños ya es demasiado. Que si quieres regresarme mis cosas yo haré lo mismo, pero que me regreses los meses a tu lado, los besos, las caricias, los planes a futuro. Que te lleves los recuerdos buenos, que son los que duelen más. Y lo que sobre, quédatelo.

Que amé tus manías, te di mi cielo, te abrí mis venas y te mostré mis letras. Conocí el lado tuyo que todos aman, pero también conocí el que no muchos soportarían. ¿Cómo puedes ahora decirme que fui yo quien lo arruinó? Tal vez te di de más y no estabas acostumbrado a eso, tal vez fue demasiado. Que ahora ya nada importa, se escapó entre tus dedos, y ya no volverá.

Pero no. No voy a decir nada de eso, porque no vale la pena.

jueves, 2 de mayo de 2013

Murió por asfixia.

¡Ya no más! Pensaba mientras se encogía en el frío piso del rincón de la habitación. Y sentía cómo la tristeza, el añoro y la rabia iban subiendo por su garganta buscando una salida. Se incorporó de golpe al sentir que estaba a punto de vomitar.Todo le dio vueltas. La habitación se convirtió en una coctelera que no dejaba de moverse. Abrió una ventana y tragó el aire a bocanadas, pero algo en el pecho le impedía que el oxígeno entrara, y la desesperación creció. Se tiró a la cama y lloró y gritó con todas sus fuerzas, pero las lágrimas tampoco salían. Entonces, creció su coraje, y se puso a analizar muy seriamente qué demonios estaba mal con ella. Todo, se decía. Estoy jodidamente mal en todos los aspectos. 
Y cayó en un sueño profundo, en el que creyó con alivio haber muerto, pero las pesadillas le pintaban las sientes para recordarle que seguía viva.

martes, 9 de abril de 2013

Una noche

A veces el silencio es el más grato compañero. Sentir la brisa, acariciar la noche, el arrullo de las nubes y la compañía del silencio que se pierde, que se va perdiendo, se va quedando y acompaña mi aflicción.
Y la aflicción se va desvaneciendo.
Se consume como el humo y con la noche, y la mente se va, se va perdiendo con el viento, se va perdiendo en el silencio.
Y al final, sólo quedo yo.

domingo, 3 de marzo de 2013

Piezas que duelen.

Y es que a veces duele. Inexplicablemente pero duele, muy hondo el pecho se contrae y ya no se siente igual. Sólo se siente el vacío. ¿Pero porqué surge este vacío, si todas las piezas están acomodadas en su lugar? Ahí es donde te das cuenta que el lugar de cada una ya no le corresponde más, que el hueco ha cambiado y ya no embona nada igual. Es inexplicable pero duele, y cala el pecho como si fuera la misma noche que lo aplastara con su manto azabache. Le falta agua al mar, le sobre aire al viento, y nada tiene sentido. Sería tan complejo como explicar el universo. Pero duele.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Claroscuro.


Hubo un tiempo en el que no tenía rumbo fijo y andaba por la vida deshaciendo ilusiones. Un tiempo en el que el viento soplaba al este y yo me dejaba llevar por él.
Hacía falta que en mi cielo apareciera una estrella cuyo brillo se reflejara en mis ojos. Y eres tú. Eres la estrella que más brilla en mis noches, que apunta hacia el sur, que es donde quiero estar; que nuestro brillo se funda en un cometa que cruce el cosmos y no se apague jamás…
Aunque no puedo evitar pensar que te abandoné, y que es egoísta de mi parte estar bien y tenerte ahí, esperándome, mientras te obligo a vivir sin mí y dejarte al vacío.

miércoles, 23 de enero de 2013

Insomnio.

A veces no puedo dormir, otras tampoco. Es que cada noche doy vueltas en mi cama imaginando que estás aquí, que me abrazas, que me das un beso de buenas noches y te vas. Sólo tengo tu perfume. A veces eso basta, y a veces me desespero al pensar que no puedo salir corriendo a abrazarte, a besarte y a gritarte que ¡te necesito! Saber que estás ahí, para mí, y que me lo recuerdes a cada momento me hace sentir el calor que tanto extraño. ¡Pero no me basta! Necesito el tacto de tus manos, entrelazarlas con las mías, y tus labios también, y tu mirada... ¡esos ojos! Con esos ojos me bastaría para volar un rato.Pero en fin... es hora de dormir (o al menos de intentarlo). Contaré los días para tenerte aquí, aunque no tengo idea de cuándo pueda pasar eso... Mi corazón se emociona al presentir que será pronto, muy pronto, aunque me da miedo estar equivocada. Te siento cerca a diario, pero espero tenerte muy pronto. O me voy a volver loca.

martes, 15 de enero de 2013

De intercambio: Día 2.

Esta vez dejaré mis cursilerías de lado y les contaré un poco de lo que he estado haciendo por acá. Tal vez sólo me lean mis papás y mis tíos (si están leyendo esto, hola :D), pero igual lo hago. Ahora les escribo desde León, Guanajuato, desde la comodidad de mi cama.

1. LA NOSTALGIA. Esta es la primera vez en 20 años que me separo de mi hogar y mi familia. Al principio estaba ATERRADA!, y cuando se fueron mi mamá y mi hermana estuve a punto de gritarles que me quería regresar con ellas. Se fueron y ahora sí, me quedé solita. Fue ahí donde me di cuenta que no volvería a ver a mi familia (con quienes pasaba el 80% del tiempo) al menos en unos 5 meses, que desde ese momento era yo sola contra el mundo. Y, pues esta semana no ha sido tan mala. El temor inicial terminó y aunque de repente me deprimo (bueno, sólo un ratito el fin de semana) me gana la emoción de todo lo nuevo que estoy viviendo, y adiós tristeza :D

2. LA ESCUELA. A separarme de mi familia por primera vez, súmenle el miedo a: 1) llegar a una escuela nueva 2) que aparte es particular, a diferencia de mi UNACH 3) donde llegaba a 6to semestre, y todos ya se conocían, lo que implicaba tratar de encajar 4) ser el bicho raro de Chiapas.
Gracias a Dios, las expectativas fueron más que superadas, hasta ahora me he encontrado con compañeros súper alivianados, que al igual que yo se apasionan por su carrera, maestros geniales que me retan a aprovecharlos al máximo y materias que prometen ser interesantes.

También me siento satisfecha porque, al contrario de lo que muchos unachenses pensamos, el nivel de nuestra Autónoma de Chiapas sí le da competencia (en cuanto a contenidos) a una universidad como la Ibero, puedo compartirles que me siento preparada y con las bases suficientes para desenvolverme aquí. EJEMPLO: en materias que aquí son cursadas por alumnos de sexto a octavo semestre, tocaremos contenidos que ya abordé en semestres pasados, y acá apenas los verán.
Las instalaciones son oootro tema (estamos de acuerdo en que por algo es una universidad de paga y los recursos son muuuuy distintos a los de una universidad pública). PERO EN CUANTO A CONTENIDOS, BIEN UNACH! Tenemos (algunos) buenos profesores, y la calidad también depende de nosotros.

3. LA DISTANCIA. Son 15 horas y mil8mil kilómetros los que me separan de Chiapas. Y aunque aquí hace un frío delicioso, como que extraño la arrechura de mi tierra (sin hablar del pozol, el cochito y el café). PERO SOBRE TODO extraño a la (gran) parte de mi corazón que dejé allá: mi hermana, mis amigos, mi chaparro. Eso es lo que más me parte la madre ahorita. Y aunque nos mantenemos cerca hablando y chismeando todos los días, no saben cuánto quisiera abrazarlos y (en el caso de mi novio) besarlo mucho. Perra distancia. Pero ¡hey!, sólo son unos cuantos meses, en menos de lo que parece ya estaré de vuelta.

4. VIVIR SOLA. Este punto sí es muy positivo. Digo, me la paso Residencia-Escuela-Oxxo-Residencia, no me sé mover en esta ciudad, pero es otro rollo vivir sola. Y también dedicar las tardes a mí y a mis locuras, cosa que tiene un año que no hacía, ¡con decirles que hasta ejercicio estoy haciendo! Es genial porque nunca le he encontrado sentido a tender mi cama... y aquí me la tienden. Ah, y me lavan la ropa y la cosa (8)

CONCLUSIÓN: son cinco meses, se van a pasar volando. En parte BIEN! porque extraño con toda el alma a mi familia, a mi BM y a Rodrigo, en parte TRAGEDIA porque hay mucho qué aprovechar en esta escuela, mucho en qué pensar, valorar y crear, y creo que este tiempo va a ser la experiencia de mi vida, y ¿porqué no? Armarla en grande.

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