sábado, 28 de julio de 2012

QUE SE QUEME EL LABERINTO.


He vagado por calles oscuras sin rumbo, cegada por el miedo, esperando a ser rescatada.
Presa de un laberinto con la forma de tu cara, de tus labios; un laberinto sin salida.
Pero, como era de esperarse, en algún momento la luz tenía que alumbrar mi oscuridad, mas no fue el sol.
¡Fue el fuego! Corro, corro pavorida, perseguida por el fuego que me trata de alcanzar.
Casas, autos, árboles; todo se va quemando a mi alrededor, todo va cayendo ante mis ojos mientras yo corro.
He pensado dejarme alcanzar. Que el fuego me consuma, y así desvanecer mi aflicción.
Pero he decidido dejar de correr. Plantarme frente al fuego y hacerle batalla.
Aguanta, fuego, que no es a mí a quien tienes que quemar. Quema la trampa: que se queme el laberinto.

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