He vagado por calles oscuras
sin rumbo, cegada por el miedo, esperando a ser rescatada.
Presa de un laberinto con la
forma de tu cara, de tus labios; un laberinto sin salida.
Pero, como era de esperarse,
en algún momento la luz tenía que alumbrar mi oscuridad, mas no fue el sol.
¡Fue el fuego! Corro, corro pavorida,
perseguida por el fuego que me trata de alcanzar.
Casas, autos, árboles; todo
se va quemando a mi alrededor, todo va cayendo ante mis ojos mientras yo corro.
He pensado dejarme alcanzar. Que
el fuego me consuma, y así desvanecer mi aflicción.
Pero he decidido dejar de
correr. Plantarme frente al fuego y hacerle batalla.
Aguanta, fuego, que no es a mí
a quien tienes que quemar. Quema la trampa: que se queme el laberinto.
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