viernes, 18 de noviembre de 2016

Un rincón cerca de nada.

Podría sentarme en este mismo lugar, "nuestro rincón cerca del cielo" y recordarte. Podría recordar las dos veces anteriores, las promesas hechas y los planes deshechos, pero lo cierto es que el lugar tampoco es el mismo. La banca de ese día ya no está, tú tampoco estás y la "yo" de hace un año, tampoco. El lugar sigue tan hermoso como siempre, pero por ninguna parte veo el letrero de que siga siendo nuestro. Hoy vengo sola y no por primera vez, hoy vengo feliz, plena y sin miedo a lo que pase. Hoy vengo sin tanto rollo a vivir este lugar, a vivir, y decidida a ya no mirar atrás. ¿Qué le da título de propiedad a un lugar? La conquista, la batalla o el mero capricho de ponerle uno. 
No lean esto como una carta de despecho, sino como una declaración de libertad, de agradecimiento y el finiquito de un ciclo que se tenía que cerrar: logré que te volvieras un ciclo, y nada más. 
Y volveré a venir tantas veces pero ya no es nuestro rincón, ni es mío, es una parte de mi alma y de mi lugar favorito, es simplemente un rincón cerca de nada. 


lunes, 7 de noviembre de 2016

De amputaciones y miembros fantasma.

Cuando una parte del cuerpo falla, fallará todo lo demás, y por eso existen las amputaciones: no hay cuerpo saludable con un pie engangrenado, con una mano destrozada, así como no hay forma de que la vida siga su curso si se arrastran los fantasmas del pasado. Ayer decidí amputarte, porque tu recuerdo me pesaba, porque tu voz me atormentaba, y porque todo iba bien, menos la parte que eras tú. Decidí amputar todo rastro tuyo de mi cuerpo, de mi cuarto, de mis muebles y de mis búsquedas recientes, porque detenerme en cada recuerdo era prolongar una agonía. No hay manera de cargar con tantos mil recuerdos sin perecer en el intento, no hay manera de cargar nuestro universo a cuestas sin que las vértebras se vuelvan cal. Y si te dicen que ya te olvidé, no es eso, es solo que se me hizo más fácil amputarte, ponerte en un frasco y continuar, porque ni yo sería capaz de seguirte velando en mi interior. Camino de frente y sin dolor, solo queda la molestia de la cicatriz de esta cirugía, de este exorcismo, de esta ceremonia de borrarte al estilo de Clementine, de esa Clementine que ahora soy y de ese Joel que ahora eres. Ahora no eres más que alguien más, a quien debo evitarle la mirada para no tener este síndrome del miembro fantasma, que a fin de cuentas sigue siendo un fantasma acechando. Y desde la cicatriz te digo, que elijo no hacer caso, que elijo indiferencia sobre melancolía, y que la cicatriz en la que te convertiste es solo una cicatriz que ya ni dolerá, porque está empezando a cicatrizar.