martes, 11 de septiembre de 2012

El mausoleo.


Mi cabeza es un mausoleo de paredes eternas. Pasillos y corredores que incrementan la angustia de todos esos habitantes que buscan desesperados una huida.
¿Porqué no pueden salir? Se empujan, corren, se avientan, ya no pueden.
Y el mausoleo se empieza a inundar. -¡Corran, corran que nos lleva el agua!
Pero ya no importa. Es tal aquella confusión que da igual si se matan entre ellos, si se ahogan, si nadan o si escapan. Esas paredes se van a terminar rompiendo.
Y así, a la hora del crepúsculo, es cuando un ave se posa sobre él. El ave sobre el mausoleo. Se ve tan hermosa a contraluz.
Pobre ave. Ojalá escape a tiempo, antes de que comience la catástrofe.

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