lunes, 14 de abril de 2014

Noches de eclipses rojos.

Uno, dos, pasan los minutos. Las teclas vuelan y mis ojos se quieren cerrar. La luna está arriba, me espera en el patio, y la quiero mirar. Pero no puedo. Tengo tanto sueño… sueño del futuro, de lo que pueda estar pasando un día como hoy dentro de unos seis años. ¿Estarás conmigo? ¿Veremos otros eclipses uno junto al otro? Quisiera preguntarle a la luna. Ella siempre ha observado nuestra historia. Pero ella ríe; de seguro está riendo mientras ambos queremos verla coloreada. La cosa con la luna es que siempre me ha parecido fascinante, y como si fuera un espejo de mi alma, siempre influye en mi buen o mal humor. Cada noche, antes de dormir, la veo a través de un cachito de ventana y me susurra “hasta mañana”. Y luego me dice que te llevará mi beso de buenas noches para que puedas dormir bien. Tal vez los días que no puedes dormir, es porque está tan ocupada repartiendo besos entre otros amantes, y no le da tiempo de colarse por tu ventana, tal vez no nos es fiel, tal vez no es exclusivamente nuestra. Pero es que siempre ha sido tan misteriosa…  Y tal vez un día ya no tendré que pedirle que sea mi mensajera, y esa misma luna se colará por una misma ventana, mientras juntos la contemplamos en la misma cama, deseándonos en persona el mismo “buenas noches” que podríamos compartir día tras día, en la misma vida.

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