jueves, 5 de noviembre de 2015

El comedor está vacío...

Yo quería que te quedaras. No como se quedan esos novios de ratitos que aprovechan cualquier pretexto para estar ahí un poco más... o tal vez sí, con esa misma emoción momentánea que hace que todo el mundo se quede afuera y que nada importe más. Eso me hacías sentir... y eso creí que sentías tú también. Tu piel siempre fue mi brasa favorita, tus ojos mis bolas de cristal, tus labios siempre fueron cosa de otro mundo, o del diablo, no sé. ¿En qué momento se extinguió? No era fuego, era algo más, más electrificante y más intenso, más aterrador. Muchos le tienen miedo al olvido, pero cuando se pierde un pedazo de la misma vida, más que atemorizante suena reconfortante. ¿Qué se sentirá ya no sentir este vacío? Y es que no es que duela, más bien pesa. ¿Algún día dejaré de sentir cómo se me sume el estómago, cómo se comprimen mis pulmones cuando pienso que ya no te veré asomarte a la ventana? Creí que era el primer amor el que dolía, el que calaba más hondo, pero ¿qué iba yo a saber? solo era una niña que creía haber conocido el amor... pero como tantas veces, estaba equivocada.