sábado, 19 de julio de 2014

Incertidumbre en una silla.

Solo sé que te amo. Y de una manera tan inmensa, tan necia, tan desesperada, que a veces no es vista con buenos ojos. No tengo miedo de perderte, y me aferro a nosotros porque somos imperfectamente compatibles. Casi nunca estamos de acuerdo, lo sé, pero ¿acaso no es eso lo que encierra nuestra magia? Tú me amas y yo te amo. Yo te tengo paciencia, y tú pones a prueba la mía, así funcionamos. Confío en que no hay nada que el amor no arregle, confío en nuestro amor que puede hacer cosas maravillosas. Confío en ti. Pero creo que no confío en mi. ¿Qué va a pasar conmigo cuando no tenga a quién amar? Mi vida sin amar no tiene chiste. Sin amarte, sin abrazarte, sin pasar las noches pegada a tu nariz. Pero aún así, no cambiaría nada en este mundo por lo que me ha hecho sentir un segundo de tu rabia, de tu amor, de tu pasión.
Maldita incertidumbre de qué va a pasar. Malditas sean las horas de tormento y malestar.
Y es que mientras más pasa el tiempo, más dudo, más me cuestiono si el fin es inminente, si debo apresurar el fin.