A veces el silencio es el más grato compañero. Sentir la brisa, acariciar la noche, el arrullo de las nubes y la compañía del silencio que se pierde, que se va perdiendo, se va quedando y acompaña mi aflicción.
Y la aflicción se va desvaneciendo.
Se consume como el humo y con la noche, y la mente se va, se va perdiendo con el viento, se va perdiendo en el silencio.
Y al final, sólo quedo yo.